La mejor forma de morir "enamorándose"


 

En un bosque envuelto en la neblina del tiempo, el Amor y la Muerte deambulaban como figuras eternas entre los mortales. El Amor, con su mirada serena y un abrazo reconfortante, caminaba entre los senderos de la vida, llevando consigo una sonrisa que encendía el fuego en los corazones. La Muerte, en cambio, vestía un manto oscuro y emanaba una presencia serena pero imponente, con ojos que reflejaban la eternidad.

 

En el último rincón de la memoria, la Muerte se cruzó con el Amor. Aunque el Amor extendió una cálida bienvenida, la Muerte, envuelta en su propia arrogancia, se retiró con un gesto altivo, dejando que su manto se agitara con la brisa.

 

En una noche de luna llena, la Muerte volvió a encontrarse con el Amor en un escenario diferente: el eco de los lamentos por la pérdida de seres queridos llenaba el aire. Sin embargo, el Amor persistía, uniendo a las personas en un abrazo invisible de consuelo. Mientras la Muerte observaba, con envidia en su ser, incapaz de comprender la naturaleza del Amor y deseando ser acogida de la misma manera.

 

A medida que sus caminos se entrecruzaban una y otra vez, una curiosidad inusual empezó a crecer en ambos. El Amor, con su persistencia delicada, buscaba conectar con la Muerte, mientras esta, envuelta en su misterio, encontraba algo inexplicablemente atractivo en la calidez que el Amor desplegaba.

 

A pesar de ser opuestos, el Amor y la Muerte se vieron envueltos en una danza eterna. En cada amanecer, el Amor despertaba los susurros de la vida, llevando consuelo y esperanza a cada alma, mientras que la Muerte, en la quietud de la noche, cerraba los ojos de aquellos cuyo viaje en la tierra había llegado a su fin.

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